Ya pasaron las fechas de fiestas y la vida empieza a tomar
su curso cotidiano, sin embargo, estas fechas me dejaron una reflexión sobre
BDSM. Yo vivo en Mérida, Yuc., en México, una ciudad tranquila, la cual todavía
tiene tintes provincianos combinados con la modernidad. La cuestión es que aquí
en Mérida la sociedad todavía es conservadora, y la gente tiende a rechazar, u
ocultar, lo que no es “bien visto” por los demás o lo que es diferente.
Desde que llegué a vivir aquí me encontré con este asunto y
por lo tanto, la comunidad BDSM es reducida y se manejan con mucha discreción.
Y bueno, en estas fiestas de fin de año donde se reúnen las familias y los
amigos, pues es cuando teniendo una relación D/s resulta incómoda para la gente
conservadora.
Últimamente se ha hablado mucho del racismo y la homofobia
gracias a Trump, y esta falta de tolerancia nos afecta también a la comunidad
BDSM, por decir lo menos. La ignorancia y la falta de información hace que la
gente perciba este tipo de relaciones como algo malo, algo pecaminoso, algo
sucio. Mi Amo y yo nos hemos enfrentado a los cuestionamientos y prejuicios, no
sé si la gente que no conoce las relaciones D/s piensan que El lleva el látigo
en la mano y yo voy vestida de latex/piel por todas partes, mmmm que para una
sesión estaría rico ¿no?; les cuesta trabajo pensar cómo se lleva una relación
así en lo cotidiano; no piensan que somos personas “normales”, que funcionamos
perfectamente en esta sociedad y que no nos interesa confrontarlos con algo que
no les gusta o que desconocen y exponernos a sus criticas innecesarias.
Así mismo los amigos y gente que considera que estar “en el
ambiente” es divertido cuando ellos lo practican, pero en su vida cotidiana no
lo aceptan. Es como vivir una doble vida, muy acorde con las reglas sociales, y
dejan la parte pervertida en lo oculto. ¿Me pregunto, cuantos bdsmeros tendrán
que vivir así “en el closet”? Y no solo en esta ciudad, sino en muchas otras.
Y bueno, es divertido ver en el centro comercial a la gente
fijándose en mi collar con una mirada de reprobación o de curiosidad.
Yo crecí y viví la mayor parte de mi vida en la Ciudad de
México, en donde la gente se fija mucho menos en lo que otros opinen, y el
mismo tamaño de la ciudad hace que tus actividades pasen desapercibidas la
mayor parte del tiempo. Estoy habituada a ser como soy siempre, y bueno, la
vida me ha enseñado a no dar explicaciones nada más porque si, no necesito
justificar mis acciones mientras no afecten a otros. Así puedo llevar mi collar,
y aun cuando en la oficina les extrañe que lo traiga todos los días,
simplemente no le doy mayor información a quien no la necesita, o a quien no
tiene el criterio para aceptarme como sumisa de mi Amo Juan.
Es triste que en este mundo en que vivimos donde la
información ahora fluye casi sin restricciones, nos estemos sumiendo cada vez
más en la ignorancia gracias a la misma tecnología, cada vez nos informamos
menos y ocupamos menos nuestra capacidad de raciocinio. La ignorancia es la
madre de la intolerancia desafortunadamente. Si las personas fuéramos más
tolerantes los unos con los otros no habría tantas guerras.
lili